jueves, 22 de mayo de 2008

El lenguaje como determinante del mundo antiguo y sus proyecciones

EL NACIMIENTO DEL LENGUAJE FILOSÓFICO: EL TÉRMINO DÍKÊ


Autora: Blanca A. Quiñónez
Univ. Nac. de Tucumán


En primer lugar diremos que nuestra presencia en este encuentro sobre las antropologías del siglo XXI parte del convencimiento de que las raíces de nuestra cultura, y por ende de la filosofía actual nacen en el suelo fértil de la antigüedad de la cual se nutre también en gran medida el medioevo y la edad Moderna.

Hablaremos del poder del lenguaje como determinante del mundo porque entendemos que en cualquier investigación filosófica es necesario ante todo analizar el entramado de palabras con el cual el pensador no solamente realiza una lectura de la realidad que lo circunda sino también expresa su propia perspectiva. En otros términos, reconocemos que - aún cuando nos enfrentemos directamente con los textos- siempre el lenguaje será el mediador que desoculte u oculte lo que su autor ha querido decir. Además, su mensaje está destinado no solamente a sus contemporáneos sino también a la posteridad, de modo que el lenguaje une al pasado con el presente.

En efecto, la condición histórica del ser humano lo inserta en su época y también lo muestra anclado en un suelo dado- al que asume en parte o rechaza totalmente- de ahí que resulta casi imposible dejar de lado ese mapa intelectual que marca la continuidad histórica.

En el caso de los primeros filósofos, debemos considerar el bagaje de términos que heredaron de los poetas con la advertencia de que ahora alcanzan una nueva significación en boca de quien contempla y explica de modo racional el mundo: el filósofo. Advertimos empero que ya no es posible hablar de una ruptura entre lenguaje mítico y lenguaje filosófico.

En este panel haremos hincapié en un término que, a mi juicio, ha sido relevante para la comprensión del mundo no sólo natural sino también social y político: se trata de díke, traducida generalmente como la justicia o lo justo en su estrecha relación con kósmos, entendido a su vez como mundo o totalidad organizada. La interrelación entre los términos mencionados nos permitirá al mismo tiempo abordar el espinoso problema de si la preocupación primera de la filosofía ha sido la naturaleza o el mundo humano.

Digamos ante todo que la palabra díkê viene del verbo deíknumi, y significa "recto".

En el lenguaje mítico Díkê personifica una diosa, la hija de Zeus; así es entendida por Hesíodo y a ella va unida la Verdad. En efecto, para el poeta beocio esta última debe tener siempre pensamientos justos, de manera que en el campo religioso la justicia no constituye un campo distinto de la verdad ya que hay entre ellas múltiples afinidades (Teogonía, 235-6). En consecuencia, Hesíodo define a la Aletheía como las cosas justas o las cosas de Díkê, y aún, "la más justa de todas las cosas"; y, mientras la primera "conoce todas las cosas divinas, el presente y el futuro, la segunda conoce en silencio lo que va a acontecer y lo que ya ha sucedido. En suma, la potencia de la Verdad abarca tanto la mántica como la justicia por lo cual tiene una finalidad eficaz, como el mandato de un rey. Así, Nereo, el anciano del mar, habla y actúa siempre sin falsedad y sin injusticia[1]

Por otra parte, en el lenguaje poético-filosófico, como el de Parménides, díkê es la diosa que recibe al filósofo para revelarle el Ser, es decir, expresarle la verdad.

Con respecto a la tragedia, Esquilo se lamenta en las Euménides de que se ha hundido el hogar de la Justicia; aunque en la misma obra habla de la necesidad de "obrar con justicia".

En Sófocles, la justicia consiste en honrar lo que honran los dioses (Antígona, 745)

Y en Eurípides, la justicia acompaña silenciosamente a Zeus en su conducción de las cosas mortales: Dice el poeta por boca de Hécuba:

Oh Zeus, soporte de la tierra y que sobre la tierra tienes tu asiento, ser inescrutable, quienquiera que tú seas... A ti dirijo mis suplicas! Pues conduces todo lo mortal conforme a la justicia por caminos silenciosos (Troyanas, 888).

Sin embargo, la filosofía ha otorgado al término díkê un tinte abstracto; por eso aparece en el fragmento de Anaximandro con un profundo significado: Recordémoslo:

Pues allí donde tuvo su origen es necesario que todas las cosas retornen de acuerdo a lo prescripto por el tiempo. Pues es necesario que las cosas expíen entre sí la injusticia.

De acuerdo al testimonio de Simplicio y de Teofrasto puede la justicia ser interpretada como el curso ordinario de las cosas, en el sentido de que ellas nacen o mueren de acuerdo a aquélla. Esto se hace manifiesto en el curso del tiempo, que trata de restablecer la supuesta "injusticia" que comete una cosa con respecto a otra, ya que su nacer trae aparejado la muerte de la otra: día y noche, por ejemplo; en este caso, la díke se refiere al restablecimiento de un equilibrio natural, tal como opera la ley en una contienda o pleito entre los hombres.

A partir de allí, E. Rohde ha extraído consecuencias en el orden antropológico, y señala al respecto:

A diferencia del principio -que es inmortal y eterno- el alma en su existencia individual, como todas las cosas que han salido de lo indeterminado, tiene que expiar la injusticia de su existencia según el orden del tiempo y perderse en la unidad de la sustancia primera (Psiqué2 , 398)[2].

Recordemos que Nietzsche ha elaborado una teoría del "pecado de individuación" de las del mundo en base a ese fragmento del milesio, siguiendo esta línea interpretativa.
Jaeger por su parte en su clásica Paideia[3] funda su hipótesis de que el mundo social y político ha servido de modelo para la lectura del mundo natural al agregar al fragmento "unas a otras" ; de este modo, como en el ámbito judicial, las cosas pagan su injusticia de haber tomado de más a su opuesto.

En Heráclito, encontramos nuevamente el vínculo entre Díkê y verdad: "La justicia (díkê) condenará a los constructores y testigos de falsedades " (Frag. 20 DK) También en el frag. 50 dice que "lo divino es justo". Apelando al lenguaje mítico, dice que las Erinias ayudan a Díkê a que el sol- y por ende el mundo- no sobrepasa sus medidas (Frag. 94).

Tradicionalmente, el fragmento 30 de Heráclito suele ser traducido así:
Este mundo, uno y eterno, no ha sido hecho ni por un hombre o un dios, sino que siempre ha sido y será fuego viviente que se enciende y se apaga según medida.

¿De qué mundo? Frente a las diversas lecturas nos preguntamos si los primeros filósofos establecieron o no la distinción entre mundo natural y mundo humano.

Ya en la antigüedad, el filólogo Diodoto entendía que se trata del cosmos humano, de manera que el pólemos, la lucha, se refiere a la que mantienen los hombres entre sí otorgándole a la sociedad un carácter dinámico. Como bien destaca Jaeger, para Heráclito, a quien considera el primer pensador que reconoce el lógos humano, "solamente en la lucha aparece la justicia. "

De igual modo, estudiosos más recientes, como G.E.R. Lloyd en su obra Polarity and Analogy" (1984)[4], hablan de las imágenes de oposición y de analogía del ámbito humano para explicar el mundo natural, como también del fundamento pre-filosófico en el desenvolvimiento de la lógica y la metodología en los primeros filósofos griegos.

Por otra parte cabría aceptar que en los primeros pensadores no estaba aún dada la distinción entre mundo natural y mundo humano. En este caso reconoceríamos con W. Guthrie[5], que tal distinción aparece recién en el siglo V con los sofistas. Esto trae aparejado romper con la vieja calificación de los presocráticos como "naturalistas ", tal como pretende Aristóteles en el libro I de su Metafísica.

A su vez, deberíamos determinar si el término physis se refiere solamente a la naturaleza como opuesta al hombre, dado que éste también es naturaleza y tiene una naturaleza. Basta consultar un léxico de la lengua griega para corroborarlo. Por ejemplo, en el incomparable Liddell- Scott se consigna el uso de "la naturaleza de los hombres", no solamente de las plantas o cualquier ser vivo.

Personalmente considero que en los primeros pensadores hay un paralelismo entre el mundo natural y el mundo humano, puesto que el cosmos era considerado como una unidad; de este modo, resulta difícil establecer si el filósofo dio una mirada por la naturaleza antes de considerarse a sí mismo o si, como señalan W. Jaeger y R. Mondolfo, la consideración de lo humano sirvió de modelo para explicar el mundo natural.

Asumir una u otra posición implica además determinar previamente hasta qué punto la filosofía pudo emerger de modo independiente de la cultura que integra o la ha precedido. Estudiosos del momento, como Rodríguez Adrados[6], han mostrado con seriedad la dependencia del lenguaje racional del lenguaje mítico, aunque, como hemos mostrado, cada filósofo le ha otorgado a cada palabra una nueva significación de acuerdo a su propio intento de explicación del mundo como totalidad.

[1] Cfr. Detienne Marcel: Os mestres da Verdade na Grécia Arcaica . J.Zhar editor. Río e Janeiro. Año 1988. (Hay traducción castellana).
[2] Edit. Labor. Barcelona
[3] Cfr. El capítulo "La filosofía y el descubrimiento del cosmos". F.C Económica. 2da. Edic. castellana. Año 1962.
[4] Bristol Classical Press. Año 1992.
[5] Cfr. Historia de la Filosofía Griega III. Ed. Gredos. Año
[6] Cfr. En general su obra Palabras e Ideas.Ed. Clásicas.Madrid. Año 1992.