lunes, 12 de mayo de 2008

SOBRE LO QUE VENIMOS VIENDO HASTA AHORA...

Transcripcion del Cap. I y parte del Cap. II del libro de Rodolfo Mondolfo – El Pensamiento Antiguo – Traducción de Segundo A. Tri. Ed. Losada. Bs. As. 1959.

CAPÍTULO I - PRESENTACIÓN DE LOS PROBLEMAS SEGÚN ARISTÓTELES.

1. Primera posición del problema: el devenir y el ser: el concepto de la naturaleza (principio primordial y sustancia universal) .
— La mayoría de los primeros filósofos, pensaron que los principios de todas las cosas se encuentran en la especie de la sustancia material, pues aquello de lo cual constan todos los seres, y de lo cual se engendran primeramente y en lo que finalmente se disuelven, quedando permanente la sustancia en el cambiar de sus modalidades, dicen que esto es el elemento y principio de los seres.
Eternidad de la sustancia. — Y concluyen que nada nace ni nada perece, porque subsiste siempre esta naturaleza. . . Pues es necesario que exista siempre una naturaleza semejante, sea única o sea múltiple, de la cual se engendran las otras cosas, conservándose ella misma.Determinación de los principios y de las sustancias. — En lo que respecta al número y a la especie de estos principios, no se hallan todos de acuerdo (aristóteles, Metafísica, I, 3).
[El concepto de naturaleza (physis) es, en el origen, el del principio generador de las cosas, en el cual se unifica después la multiplicidad de éstas. (Cfr. platón, Leyes, 982, c. 2: "Por naturaleza quieren significar el principio generador de las cosas primordiales". Y aristóteles, física, Π, 1: "Por lo cual algunos dicen que es el fuego, otros que es el agua, otros la tierra, otros el aire, otros que algunos de éstos, y otros, después, que todos éstos son la naturaleza de los seres". El problema de la relación entre el ser y el devenir corresponde, por eso, a una triple exigencia: de encontrar lo que engendra todas las cosas, lo que permanece en las variaciones y lo que unifica la multiplicidad. A esta triple exigencia respondía ya, en el pensamiento religioso y en las teogonías anteriores a! surgimiento de la filosofía, la concepción del principio divino (theíon), conteniendo en sí y engendrando de por sí, todo el universo. Los primeros naturalistas, como αναχιμaν-DRO, identifican explícitamente con este principio divino, la naturaleza (physis), principio de todas las cosas. Cierto es que ellos la conciben bajo la forma de realidad corpórea, pero no de materia inerte, como quisiera hacer parecer Aristóteles, en el pasaje que insertamos en el número siguiente. La naturaleza de los presocráticos es viva natura naturans y no materia muerta].

2. Pasaje al segundo problema: de la sustancia a la causa.
Pero, procediendo de esta manera, la realidad misma les trazó el camino y los obligó a realizar ulteriores investigaciones: ya sea que toda corrupción y toda generación derive de un único principio o de muchos, ¿por qué sucede esto y cuál es la causa? En efecto, no es el mismo substrato, seguramente, el que opera la propia transmutación, como por ejemplo, el leño y el bronce, no son, cada uno de ellos, la causa de las propias transformaciones, ni tampoco hacen, el uno el lecho y el otro la estatua; otra cosa es la causa del cambio. Ahora bien, buscar esta causa es buscar un segundo principio: aquél, como decimos nosotros, del cual proviene el principio del movimiento (aristóteles, Metafísica, I, 3).
[ARISTÓTELES presenta este pasaje del primero al segundo problema, como transición de los primeros filósofos a sus sucesores. En verdad, esta división cronológica no responde estrictamente a la realidad histórica, ya que desde Tales, veremos establecida, junto a la afirmación del movimiento, también la de una causa motora. Pero, al comienzo, esa causa es considerada intrínseca a la materia y no distinta de ella: se tiene una concepción de materia animada y viviente que, también por ello, es llamada principio divino. Es una concepción de natura naturans, que ha podido, pues, ser definida sea como hilozoísmo, sea como hilopsiquismo].

3. El tercer problema: de la causa al fin: la inteligencia.
— Pero, establecidos estos principios, que se mostraban insuficientes para resolver el problema de la generación de la naturaleza de los entes, los filósofos posteriores, constreñidos por la verdad misma, como hemos dicho, se dieron nuevamente a la tarea de investigar el principio ulterior. Pues, los entes están, en parte, y en parte llegan a venir dispuestos en buena y bella ordenación, y ni el fuego ni la tierra ni ningún otro de tales elementos puede ser ni podía parecer-les, probablemente, la causa, ni tampoco era posible confiar convenientemente en el azar o la fortuna. Así, quien dijo que también en la naturaleza hay una inteligencia, como en los animales, que es la causa de la ordenación y de la distribución, pareció un hombre despierto y de buen sentido en comparación con las divagaciones de los predecesores. (Aristóteles, Metafísica, I, 4).
[Este pasaje es generalmente interpretado en el sentido de que representa un limpie retorno, sobre el concepto ya expresado precedentemente (cfr. n. 2), para aclarar mejor que la sustancia material, de por sí sola, no basta para explicar el devenir cósmico. Pero, en verdad, los dos pasajes representan dos exigencias distintas: el primero pone de relieve la necesidad de señalar una causa de la generación y de la corrupción (es decir, la causa eficiente); el segundo, en cambio, aclara la necesidad de indicar la causa de la ordenación y de la distribución conveniente de las cosas (que no puede ser el azar o la fortuna), es decir, presenta un problema posterior: el de las dos causas, formal y final.
Aristóteles, entonces, delinea aquí un tercer momento del desarrollo lógico progresivo de los problemas. Pero él presenta la serie lógica como sucesión cronológica, haciendo aparecer el tercer problema únicamente con Anaxágoras, afirmador de la existencia de una inteligencia en la naturaleza. Y esta distribución cronológica no es históricamente exacta. Pues el problema de la ordenación y de la ley se presenta en el origen mismo del concepto de naturaleza:, que se afirma (cfr. anaximandro, heráclito, etc.), como totalidad gobernada por una ley de justicia, es decir, aplicando a la naturaleza el concepto de la ley jurídica, con todos sus elementos del fin y del imperativo y de la sanción para toda transgresión, de acuerdo a la medida del talión. Justamente por esta concepción de la naturaleza, el principio primordial ya es llamado, en Tales y en Anaximandro, lo divino, y considerado, al mismo tiempo, indistintamente, sustancia y fuerza, razón reguladora y finalidad formadora. Todos los problemas, pues, están implicados conjuntamente desde el comienzo. A la indistinción originaria, le sigue después una distinción entre sustancias materiales y principios espirituales; pero, ya antes de Anaxágoras, a quien Aristóteles le atribuye la introducción, ella se había delineado ya con Empédocles, que hacía intervenir el Amor y el Odio para actuar sobre los cuatro elementos materiales].


CAPÍTULO II - LOS JÓNICOS

[La escuela jónica, con la que se inicia en Grecia la investigación científica y filosófica, introduce en el mundo griego, con tales, elementos de la ciencia caldea (astronomía) y egipcia (geometría). Es llamada, también, escuela de Mileto, de la patria de tales, αναχiμανdrο, y anaxímenes, pero, a ejemplo de Gomperz, empleo aquí el nombre de jónicos, y reúno con aquellos, a ΗERACLITO de Éfeso (que es tratado aparte por otros, como sostenedor de una posición personal), en cuanto presenta el desenvolvimiento de los gérmenes de mayor importancia contenidos en las doctrinas de los tres milesios: el flujo universal y la movilidad de la sustancia eterna (tales) ; el ciclo de la generación y de la destrucción y el devenir como desenvolvimiento de los contrarios (anaximandro) ; la distinción de los dos caminos opuestos (anaxímenes), que en el doble ciclo de anaximandro aparecen como coincidentes en su misma oposición; el valor religioso de la unidad (ANAXINANDRO), considerada como lo divino o el dios por excelencia.
Debe advertirse que la división de los capítulos según las escuelas, no permite seguir, para los filósofos individuales, el orden cronológico, por lo cual, pues, me remito a la tabla cronológica inserta en el final del II volumen].I tales de mileto.[585 a. C.; no dejó escritos, y los que le fueron atribuidos, son falsificaciones posteriores. La fecha del florecimiento de Tales, ha sido establecida en base a la del eclipse solar que él había predicho, que, generalmente, se identifica con el del 28 de mayo del 585 a. C].

1. El agua, principio de las cosas.
— Tales, fundador de semejante género de filosofía, dice que es el agua (el principio de los seres) — y para ello demostraba que también la tierra estaba sobre el agua — quizá derivando esta concepción de observar que lo húmedo es la nutrición de todas las cosas, y que hasta el calor se engendra en él y vive: ahora bien, esto de lo cual se engendran todas las cosas, es precisamente, el principio de todas ellas. De estas consideraciones derivan, pues, semejantes concepciones, y del hecho de que la naturaleza de todas las semillas es húmeda, y de ser el agua, precisamente, en las cosas húmedas el principio de su naturaleza. Y hay quienes creen que los más antiguos (antiquísimos) que, mucho tiempo antes de la presente generación han tratado sobre los dioses, han pensado de la misma forma respecto a la naturaleza, porque han hecho del Océano y de Tetis, los padres de la generación. (Aristóteles, Metafísica, I, 3).
[Los más antiguos, a los que alude Aristóteles, son representados por Homero (Ilíada, XIV, 201: Océano, generación de los Dioses, y Tetis, madre) y por otros, autores de Teogonías, especialmente órficas. (Cfr. platón, Crátilo, 402 b: "Homero dice: Océano, generación de los Dioses y Tetis madre. Y creo que también Hesíodo. Y también Orfeo dice que Océano, el de las bellas ondas, fue el primero que introdujo las bodas, él que desposó a Tetis, su hermana, nacida de la misma madre". En la misma Ilíada (VII, 99), se dice: "pero nosotros no somos sino tierra y agua". Lo que demuestra que la búsqueda de la sustancia constitutiva de los seres es más antigua que Tales, aun fuera de la forma mítica. Ciertamente, la idea del agua como principio primordial, deriva de una vasta tradición mitológica, común a todas las teogonías o cosmogonías del Oriente antiguo, sumerio, caldeo, egipcio, hebreo, fenicio, egeo: todos representando el mito de un caos acuoso primordial, del que se habría engendrado e! cosmos. Y de estas tradiciones, el mito se trasmite a los griegos, desde Homero a Ferécides de Siro, contemporáneo de Tales. Aristóteles presenta y atribuye a Tales dos órdenes de consideraciones, que podrían llamarse una estática y la otra dinámica. Estítica: la de la tierra flotando sobre el agua, en la cual la sustancia es verdaderamente el sostén. Cfr. también, aristóteles, De coelo, II, 13: "Se dice que Tales haya afirmado que la tierra se mantiene porque flota como un leño o algo similar (ya que ninguno de éstos se halla adecuado para mantenerse sobre el aire, sino, ciertamente, sobre el agua)". Este argumento, al que Aristóteles objeta que también el agua, a su vez, necesita de un sostén — según Simplicio (De coelo, 522, 14) — se habría tomado de un mito egipcio.
El otro argumento (dinámico) de la generación y nutrición de las cosas por el agua, es dado como probable por aristóteles: está relacionado con un tercer argumento, referido en el pasaje siguiente, que se anticipa a la observación de heráclito sobre el flujo universal de las cosas. También aristóteles, Meteorología, I, 9, asimila el mito del gran río Océano, corriendo alrededor de la tierra, con el ciclo de la evaporación de las aguas, que salen como vapores y vuelven a caer como lluvia. "Se lo debe pensar como un río que corre en círculo, hacia arriba y hacia abajo. . . Y esto suele suceder ininterrumpidamente, de acuerdo a un orden fijado previamente; de modo que los antiguos, bajo el velo del mito del Océano, querían significar, probablemente, que corre este río en círculo alrededor de la tierra"].

2. El flujo universal.
— Para Tales, todas las cosas son arrastradas como en flujo, según la naturaleza del primer principio de su generación (Philosophumena, I, 1).

3. La causa motora: el alma.
— Lo húmedo elemental está penetrado de la potencia divina que lo pone en movimiento. (Aecio, I).
Parece que también Tales se cuenta entre aquellos que, según se dice, han supuesto el alma como algo móvil, si dice que la piedra (magnética) tiene un alma porque mueve el hierro. (aristóteles, de ánima, I, 2).
Y algunos dicen que el alma se halla mezclada en el universo, de suerte que también Tales, quizá, cree que todo se halla lleno de dioses. (aristóteles, De anima, I, 5).


II. Anaximandro de mileto.
[Nacido en 610-9, muerto en 547-6 a. de C: escribió una obra En torno a la naturaleza, de la que sólo disponemos de un fragmento citado por simplicio y de algunas frases recordadas por Aristóteles],

1. El infinito (ápeiron).

— Anaximandro de Mileto, sucesor y discípulo de Tales, dice que el principio y elemento primordial de los seres es el infinito, siendo el primero que introdujo este nombre de "principio" (arché). Afirma que éste no es el agua ni ninguno de los otros que se llaman elementos, sino otro principio generador (naturaleza) infinito, del cual nacen todos los cielos y los universos contenidos en ellos. (simplicio, Física, 24, 13).
También aristóteles (De coelo, III, 5): "más liviano que el agua más denso que el aire, que dice que, siendo infinito, circunda todos los cielos". Y en la Física, III, 5: "hay algunos que lo hacen infinito, pero no aire o agua, para evitar que las otras cosas sean destruidas por su infinitud: ya que tienen una oposición reciproca (por ejemplo, el aire es frío, el agua húmeda, el fuego caliente), y si una de ellas fuera infinita, sin más ni más las otras serían anuladas; ahora bien, ellos dicen que aquello de lo cual derivan estas cosas, es algo diverso".

2. La infinitud en el tiempo (eternidad) y divinidad de lo infinito: unidad de sustancia y causa.

— No hay un principio primordial de lo infinito: pues sería un límite. Como principio, es inengendrado e indestructible; pues, lo que es engendrado, es necesario que tenga un fin, y hay un término para cada destrucción. Por ello, como decirnos, no parece que de esto haya principio, sino, por el contrario, que esto es el principio de las otras cosas y las contiene y rige a todas, como dicen todos los que no suponen otras causas (tales como la inteligencia y la amistad), fuera del infinito. Y piensan que éste es lo divino: inmortal e indestructible, como dicen Anaximandro y la mayor parte de los naturalistas. (aristóteles, Física, III, 4).
[En este pasaje de Aristóteles, parece que se hallan insertas dos frases extraídas del texto de la obra de ANAXIMANDRO (En torno a la naturaleza). Con la referencia en torno a la inteligencia y a la amistad, aristóteles quiere distinguirlo de anaxágoras y de Empedocles].

3. La generación de los seres como separación de los contrarios.

— Él no hace consistir la generación en un transformarse de la sustancia elemental, sino en el separarse de los contrarios por obra del movimiento eterno. (simplicio, Física, 24, 13).Anaximandro dice que los contrarios inherentes a la sustancia, que es un cuerpo infinito, se separan, llamando él, por primera vez, a la sustancia con el nombre de principio. Y los contrarios son: calor y frío, seco y húmedo y otros semejantes. (simplicio, Física, 150, 20, D).
[El movimiento que da lugar a la separación de los contrarios, es un movimiento rotatorio o de torbellino, que — quizá por efecto de las tempestades, que ya Hesíodo suponía que agitaban el caos originario — surge aquí y allá, en múltiples puntos del infinito primordial, como surgen los torbellinos o trombas de aire en los temporales, arrastrando los cuerpos más densos y pesados a su centro, y los más livianos a su periferia].

4. El eterno ciclo de generación y de disolución de los seres: la ley eterna de justicia inmanente en la naturaleza.

— Ahí, de donde deriva la generación de los seres, también se cumple su disolución, de acuerdo a una ley necesaria, pues ellos deben (así dice en su lenguaje poético) expiar recíprocamente la culpa y la pena de la injusticia en el orden del tiempo. (simplicio, física, 24, 13).
[Créese que todo este pasaje sea una referencia textual de las palabras de anaximandro. La injusticia reciproca de los seres, por la cual deben pagar la pena con la disolución, consiste ya sea en su generación misma, que es un desprendimiento del seno del ser infinito por medio de separación de opuestos (caliente, frío; seco, húmedo; etc.), sea en la lucha sucesiva a esta escisión de los contrarios, en la cual cada uno trata de superar al otro. A la injusticia debe seguirle la expiación según el concepto de ley moral y jurídica, que Solón ya aplicaba a la sociedad humana, con el tiempo como juez inflexible, que castiga a los culpables en su persona o en la de sus descendientes. Se tiene así una concepción de legalidad universal, que constituye la metafísica de Anaximandro: la noción de comunidad jurídica, extraída de la experiencia social humana y proyectada en el cosmos, hace inmanente a este, una ley y un orden.
El mundo de lo humano, de la cultura, da los conceptos fundamentales para la interpretación del mundo de la naturaleza; y lo divino, principio primordial, resulta no solamente principio material y fuerza generadora de todas las cosas, sino también razón ordenadora y reguladora del cosmos. Los problemas de la sustancia, de la causa, del fin y del orden, cuyo surgimiento lo presenta Aristóteles como progresión de tres fases sucesivas (cfr. Metafísica, I, 3-4, ya citada), Μ hallan, en cambio, englobados todos juntos desde las primeras concepciones del naturalismo jónico].

5. La infinite sucesión de los mundos; infinita surgente de infinita generación.

— Anaximandro dice que el principio de los seres es el infinito, porque de él proviene todo, y todo se disuelve en él. También por ello, se engendran mundos infinitos y de nuevo se disgregan por disolución en el principio del cual nacen. Después, da la razón por la cual es ilimitado, y es que la generación productora no debe faltar en nada. (Αeciο, I, 3, 3).
[Para el concepto de la infinitud de los mundos, simplicio coloca a anaximandro junto a los atomistas: "Aquellos que admiten mundos infinitos, como Anaximandro, Leucipo, Demócrito y más tarde Epicuro, sostenían que nacen y perecen en número infinito, tomando existencia algunos y disolviéndose otros sin reposo". (Física, 1121, 5), Este y otros testimonios, demostrarían que el número infinito de los mundos, no sólo estaba «firmado en la sucesión, como quieren Zeller y otros, sino también en la coexistencia, como sostienen Burnet y otros].

6. La formación de nuestro mundo: las esferas.

— Dice que, en el nacimiento de este mundo, se separó, del principio eterno, el principio generador del calor y del frío, y se formó una esfera de llamas alrededor del aire que circunda la tierra, como crece la corteza alrededor del árbol. Cuando aquélla se rompió y se encerró en ciertos círculos, el sol, la luna y las estrellas nacieron a la existencia. (PSEUDO plutarco, Stromata, 2).
[En el movimiento rotatorio del torbellino, que arroja el fuego a la periferia, partes de ese fuego son arrancadas de la masa y aprisionadas en ruedas de aire, y a través de los orificios de estas ruedas giratorias, toman la apariencia, para nosotros, de astros (sol, luna, estrellas) en movimiento rotatorio. De esta manera, con Anaximandro, el concepto de las ruedas celestes, anticipa y prepara el de las esferas celestes, en las que la astronomía posterior, supone los astros engarzados, como piedras en anillos].

7. La tierra en el centro, sostenida por equilibrio de fuerzas.

— (Ύ dice) que la tierra se mantiene equilibrada, sin estar sostenida por nada, permaneciendo en reposo, a causa de la distancia equidistante en que se halla de todas las partes (hipólito, Philosophumena, I, 6).Hay quienes afirman que se mantiene en reposo por razón de igualdad, como Anaximandro entre los antiguos. En efecto (afirman) , lo que se halla colocado en el centro y queda a igual distancia de los extremos, no está estimulado a moverse más bien hacia lo alto que hacia lo bajo o hacia los lados, y es imposible que cumpla al mismo tiempo, un movimiento en direcciones contrarias; de manera que, necesariamente, se halla en reposo. (Aristóteles, De coelo, Π, 295).
[Esta concepción en la cual desaparece la necesidad de representarse un sostén material para la tierra en inmediato contacto con ella (sea el agua, el aire o alguna otra cosa), y aparece la capacidad de representarse las acciones a distancia (atracción), es notabilísima. La inmovilidad de la tierra sin necesidad de apoyo, es derivada de la falta de predominio de alguna de entre las fuerzas atractivas. Este concepto (que también rechazó aristóteles por su carácter de concepción mecánica) es todavía un concepto de equilibrio de fuerzas, que se neutralizan recíprocamente; no es, como le parece a Gomperz y a otros, el principio de inercia (tendencia de los cuerpos a perseverar en el estado de reposo o de movimiento si no interviene una acción exterior para cambiarlo) ].

8. La conformación de las especies animales en relación a las posibilidades de supervivencia.

— También dice que en el origen, el hombre nació de los animales de otra especie, porque, mientras los demás animales saben nutrirse por sí mismos de inmediato, sólo el hombre tiene necesidad de un largo período de lactancia; por esa misma causa, también, en su origen no hubiese podido sobrevivir, si hubiese sido tal como es ahora. (SEUDO plutarco, Stromata, 2).Explica que los hombres al comienzo, nacieron en el interior de los peces y después de haber sido nutridos como los escualos, y haberse convertido en capaces de protegerse, fueron finalmente arrojados y tocaron tierra. (plutarco, quaest. conviv., 730).
[En esta manera ingenua y grosera, aparece en Anaximandro un concepto que será de capital importancia en la moderna teoría de la evolución: el de la relación entre la conformación orgánica y la posibilidad de supervivencia de la especie. Falta en Anaximandro el concepto de los cambios lentos y progresivos para la adaptación a las condiciones de vida.]


III. Anaxímenes de mileto.

[N. 585-4 a. C., fall. 528-4: escribió: En torno a la naturaleza].

1. El aire infinito, principio de las cosas.
— Anaxímenes de Mileto, hijo de Euristrato, que había sido discípulo de Anaximandro, dice también, como aquél, que el principio primordial subyacente y único es infinito; pero no lo afirma indeterminado, como él, sino determinado, manifestando que es el aire. (teofrasto en simplicio, Física, 24, 26).

2. Sostén e involucro.
— De la misma manera, decía, en que nos sostiene nuestra alma, que es aire, así el soplo y el aire circundan el mundo entero. (Aecio, I, 3, 4).
[Este es un fragmento textual, extraído de la obra de Anaxímenes].

3. Generador de todos los seres.
— De él (aire infinito) decía que habían nacido las cosas que existen, las que fueron y las que serán, y los dioses y las cosas divinas, mientras que las otras restantes, provienen de la descendencia de él. (hipólito, Refutat., I, 7).

4. La perceptibilidad de la diferenciación.
— Y la forma del aire es la siguiente: cuando es muy igual, es invisible a la mirada; pero, se hace visible con el frío y con el calor, con lo húmedo y el movimiento. (hipólito, loc. cit.).

5. El movimiento eterno y el cambio.
— Está siempre en movimiento, pues si no lo estuviese, no presentaría tantos cambios cuantos presenta. (hipólito, loc. cit.).(Así) él también afirma la eternidad del movimiento, como causa del engendrarse de los cambios, también. (TEOFRASTO, loc cit.),

6. El doble proceso de transformación.
— (El aire) se diferencia en distintas sustancias, en virtud de la rarefacción y de la condensación. Por la rarefacción se convierte en fuego; en cambio, condensándose, se transforma en viento, después en nube, y aún más (condensado) en agua, en tierra más tarde, y de ahí, por último, en piedra. (teofrasto, loc. cit.).

7. Frío y calor por rarefacción y condensación.
— De acuerdo a lo que creía el antiguo Anaxímenes, no debemos suponer al frío y al calor como existentes en la sustancia, sino como afecciones comunes de la materia, superpuestas a los cambios. Dice que la parte restringida y condensada de ella es fría, y caliente la parte dilatada y relajada (llamándola así, en cierto modo, con su término). (plutarco, De prim. frig., c, 7).
[Agrega Plutarco que anaxímenes observaba que "no es por error que se afirma que también el hombre emite de la boca el calor y el frío, ya que el aliento, comprimido y condensado por los labios, se enfría, mientras que, al salir por la boca abierta, por rarefacción se transforma en caliente].


IV. Heráclito de éfeso ("el oscuro").

[Floreció en 504-500 a. C. También él escribió un libro De la naturaleza, del que poseemos muchos fragmentos, referidos por autores posteriores].

I. La antítesis de experiencia y razón.
a) El dato de la experiencia: el flujo incesante de las cosas y del sujeto cognoscente.
— No es posible descender dos veces al mismo río, tocar dos veces una sustancia mortal en el mismo estado, sino que por el ímpetu y la velocidad de los cambios (se) dispersa y nuevamente se reúne, y viene y desaparece (frag. 91). A quien desciende a los mismos ríos, le alcanzan continuamente nuevas y nuevas aguas (frag. 12).
Descendemos y no descendemos a un mismo río; nosotros mismos somos y no somos (frag. 49).
[Toda la savia de la filosofía de heráclito (panta rhei) se hace consistir comúnmente, en este principio del flujo universal de los seres. Pero con ello (notaban ya platón y aristóteles), el conocimiento deviene imposible, no pudiendo establecerse relación alguna entre dos términos — el objeto y el sujeto — ambos en constante cambio. El discípulo de heráclíto "Cratilo, concluyó por creer que ni siquiera se debe hablar; y se limitaba a hacer señales con el dedo, y criticaba a Heráclito por haber dicho que no es posible sumergirse dos veces en el mismo río: a su parecer no es posible ni siquiera una vez". (aristóteles, Metafísica, IV, 5, 1010a). Sólo que, el flujo universal, es únicamente el primer momento de 1a especulación de Heráclito: es el dado por la experiencia, al cual él opone la exigencia de la razón y la necesidad religiosa de la unidad permanente; necesidad que Heráclito cree que se satisface únicamente por vía distinta a la experiencia sensible, o sea por el camino de la fe y de la autoconciencia. Ellas permiten descubrir la Razón eterna (Logos), inmanente en el hombre y en las cosas, armonía oculta e identidad de los contrarios, en la que, por ello, también entra y es explicado el flujo universal de los seres. Así, en esta explicación, la antítesis inicial de experiencia y de razón se elimina, conciliándose la oposición con la identidad, lo múltiple con la unidad, el cambio con la permanencia. Son, pues, tres momentos de un desenvolvimiento continuo, que tiene que ser aprehendido en su nexo íntimo: la experiencia del flujo, la exigencia racional de la permanencia, el reconocimiento de su identidad recíproca].

b) La exigencia de la razón: la noción de lo Uno divino.
— No hay sino una sola sabiduría: conocer la Inteligencia (el pensamiento) que gobierna todo penetrando en todo (frag. 41).La ley y la sentencia es de seguir lo Uno (frag. 33).

II. El camino de la conciliación de la antítesis.

a) Valor y dificultad del conocimiento.
— El pensar es la virtud más grande; decir la verdad y obrar de acuerdo a la naturaleza comprendiéndola, es sabiduría (frag. 112). De todos aquellos cuya palabra escuché, ninguno llegó a conocer que la sabiduría es una cosa separada de todas las demás (108).Los que buscan oro, cavan mucho y encuentran poco (22). Quizá nunca logres hallar los límites del alma, cualquiera sea el camino que recorras: tan profunda es su razón (frag. 45).

b) La condición del verdadero conocimiento: la fe.
— Si no esperas, no hallarás lo inesperado, que es inalcanzable e inaccesible (frag. 18).El conocimiento no se alcanza por falta de fe (frag. 86).

c) El camino de la sabiduría: conócete a ti mismo.
— A todos los hombres les es posible conocerse a sí mismos y ser sabios (frag. 116).Yo me he buscado a mi mismo (101).Propio del alma es la razón, que se acrecienta a si misma (115). La educación es otro sol para los educandos (frag. 134, de incierta autenticidad).

d) El descubrimiento de la Razón divina inmanente.
— Quien habla con inteligencia debe apoyarse sobre lo que es común a todos, como una ciudad sobre la ley, y mucho más firmemente aún. Porque todas las leyes humanas están nutridas de la única ley divina, que domina todo lo que quiere, basta a todos y triunfa (frag. 114).Por ello conviene que se siga la universal (Razón), es decir, la (razón) común: ya que lo universal es lo común. Pero mientras esta Razón es universal, la mayoría vive como si tuviesen una inteligencia absolutamente personal (frag. 2).De esta Razón, que sin embargo es eterna, los hombres no tienen conciencia, ya sea antes de haberla escuchado, ya sea habiéndola oído por primera vez: pues a pesar de que todas las cosas suceden de acuerdo a esta Razón, ellos parecen inexpertos, a pesar de experimentar palabras y actos, tales como yo los expongo, distinguiendo toda cosa según la naturaleza y diciendo como es. Todos los hombres restantes permanecen sin saber todo lo que hacen mientras se hallan despiertos, como se olvidan lo que hacen durmiendo (frag. 1).(Cfr. también el frag. 36:) "aquellos que no entienden habiendo oído, se asemejan a los insensatos (kofoisin = también sordos o ciegos) ; a éstos se aplica la expresión: presentes, están ausentes".

III. La enseñanza de la Razón:

a) la identidad de lo Uno eterno (fuego) y del devenir universal.
— Escuchando a la Razón, y no a mí, es sabio reconocer que lo Uno es todas las cosas (frag. 50).Este mundo, el mismo para todos los seres, no lo ha creado ninguno de los dioses o de los hombres, sino que siempre fue, es y será fuego eternamente vivo, que se enciende con medida y se apaga con medida (frag. 30).Todas las cosas se permutan con el fuego y el fuego con todas, como los objetos con el oro y el oro con los objetos (frag. 90).
[Esta permuta, de las cosas con el fuego, no es concebida por Heráclito, solamente como continua alternación de las cosas singulares, sino también como periódico suceso universal, por aquella concepción de los ciclos cósmicos que el pensamiento griego había derivado de la astronomía caldeo-babilónica. Esto aparece en un fragmento de Heráclito, que alude a la conflagración universal: "Y sobreviniendo el fuego, juzgará y condenará todas las cosas" (frag. 66), Esta conflagración que hipólito (Philosophum. IX, 10), al citar el fragmento, dice que está concebida como un juicio universal, corresponde al concepto de una ley universal de justicia y de expiación, que ya hemos visto en Anaximandro, y que acerca a heráclito a la religión de los misterios, como lo confirmarán, más adelante, otros fragmentos.]

b) La realidad del ser como despliegue de opuestos y armonía de contrarios.
El ser, siempre en lucha y siempre en armonía (Platón — refiriéndose a Heráclito — en Sofista
242, E). Conexiones: lo completo y lo incompleto, lo acorde y lo discorde, lo armónico y ¡o disonante: y de todos lo uno, y de lo uno todos (frag. 10).
Todo lo que es contrario se concilia y de las cosas más diferentes nace la más bella armonía, y todo se engendra por vía de contraste (frag. 8).Mejor es la armonía oculta que la aparente. (54).
Ellos no comprenden cómo conspira consigo mismo lo que es diferente: armonía por tensiones opuestas, como del arco y de la lira (51).
El Dios es día-noche, invierno-verano, guerra-paz, saciedad-hambre (frag. 67). Es necesario saber que la guerra es común, y la justicia contraste, y que todas las cosas se engendran y llegan a faltar por la vía del contraste (80).
La guerra es madre y reina de todas las cosas (53).

c) El reciproco condicionarse de los opuestos.
— Sólo la enfermedad hace dulce la salud; el mal el bien; el hambre la saciedad; la fatiga el reposo (frag. 111).
Si no existiese ésta (la ofensa) no se conocería ni tan siquiera el nombre de la justicia (23).

d) La permuta y la identidad de los contrarios.
— Las cosas frías se calientan; lo caliente se enfría, lo húmedo se seca, lo árido se humedece (frag. 126).
En nosotros, es una misma cosa el vivo y el muerto, el despierto y el dormido, el joven y el anciano, puesto que estas cosas, cambiándose, se convierten en aquéllas, y aquéllas, a su vez, permutándose, son éstas (88).En la periferia de un círculo, el principio y el fin son comunes (103).
En el tornillo del apretador, el camino recto y el curvo son uno y el mismo (59).
Uno y mismo el camino hacia arriba y hacia abajo (frag. 60).
El mar es el agua más pura y la más impura; potable y saludable para los peces; funesta a los hombres, que no la pueden beber (frag 61).
[En este último fragmento, la identidad de los contrarios es derivada de la relatividad].

El alma.
— Para las almas (fuego) el convertirse en agua es la muerte; para el agua es la muerte transformarse en tierra, pero de la tierra se produce el agua, y del agua el alma (frag. 36).
Nosotros vivimos la muerte de aquéllas (almas) y ellas viven nuestra muerte (77).
Inmortales mortales, mortales inmortales, viviendo la muerte de aquellos, muriendo la vida de éstos. (62).
A los hombres, después de la muerte, les esperan tales cosas, que no se imaginan ni sospechan (frag. 27).
[Estos fragmentos exigen alguna aclaración. La primera se refiere la transmutación reciproca de las sustancias, considerando las almas (elemento divino) idénticas al fuego. Pero al ingresar al cuerpo (húmedo), el alma (fuego), sufre un periodo de muerte, del cual resurge con la muerte del cuerpo, liberándose del elemento húmedo. Esto dice el segundo fragmento, y por eso el tercero considera a los inmortales (almas) mortales, y a los mortales (hombres) inmortales, porque en ellos está el alma imperecedera: y los contrapone, porque la muerte de los unos es la vida de los otros, y viceversa. Y así, el último fragmento, preanuncia a los hombres la eternidad después de la muerte. Ciertamente, aquí se halla el reflejo de creencias derivadas de los misterios órficos].

Moral y política.
— Si la felicidad residiese en los placeres del cuerpo, llamaríamos felices a los bueyes cuando hallan arvejas para comer (frag. 4).
La guerra es la madre y la reina de todas las cosas, y ella destinó a unos para ser Dioses; a los otros, hombres; hizo a los unos libres y esclavos a los otros (53).
Y es ley que se obedezca a la voluntad de uno sólo (frag. 33).